20 julio 2011

SABIDURÍA


La sabiduría se definía al principio como la habilidad para practicar una operación determinada. La concepción que Platón hacía de la misma era la de una virtud superior que era paralela a la clase superior dentro de su Ciudad Ideal y a la parte más elevada del alma en su división tripartita (alma racional, alma irascible y alma apetitiva), admitiendo también una especie de sabiduría inferior que no era otra que el oficio y la maestría a la hora de hacer cualquier cosa como dijimos al principio en la definición.
Aristóteles percibía la sabiduría como la unión entre la razón intuitiva (la que intenta conocer el resto de las ideas), y el conocimiento riguroso de lo superioro de las primeras causas y principios de las cosas.
Ya posteriormente, se percibió la sabiduría como una actitud que tenía como características la moderación y la prudencia en todas las cosas. El sabio por tanto, ya no sólo sabía sino que también experimentaba adquieriendo todas las variables que le permitirían emitir un juicio reflexivo y maduro que no estaría influenciado por la pasión ni por la precipitación.
La definición antigua conjuga el saber con la bondad y van a ser los elementos que van a caracterizar al sabio. Esto le llevará a disfrutar de la auténtica libertad admitiendo que todo esta determinado ya que consigue adaptarse a todas las contingencias de la vida.
El conocimiento profundo de estas contigencias le llevará cada vez más a retirarse dentro de sí mismo y se convertirá de un bien para sí en un bien para todos nosotros. Esto le llevará a aceptar en sus últimas consecuencias que su final es volver a la Naturaleza devolviendo a la misma todo lo que un día fue de ella.