01 febrero 2010

PERMITIDO EQUIVOCARSE.


El perfeccionismo es una virtud que llega a producirme un gran temor. Eso de hacer siempre las cosas perfectas choca muy de lleno en que no hay nada perfecto en el mundo en que vivimos; que más bien temprano que tarde nos equivocamos alguna vez.
La gente perfeccionista, por lo general, suelen ser una gente estupenda, creen en el trabajo bien hecho, se apasionan por hacer bien las cosas que emprenden e incluso son muy válidos en practicamente todas las tareas que desarrollan.
Detrás de ellos, si observamos un poco, podemos apreciar cierto grado de neurosis y tensión. Se vuelven muy exigentes con las personas que no son como ellos. Pueden llegar a sufrir una barbaridad cuando sus actos y sus obras no son valorados cómo ellos piensan que deben de serlo.
Pienso que, de pequeños, nos deberían enseñar a equivocarnos ya que los errores y los fallos forman parte de la condición humana y siempre, por mucho que nos empeñemos, habrá un pequeño coeficiente de error en nuestras obras.
Maxwel Brand decía que todo niño debería de crecer con la convicción de que cometer un error no es, como norma general ninguna tragedia, ni por descontado ninguna catástrofe.
Lo interesante no es saber cuantos fallos cometemos sino cómo respodemos ante esos fallos; caerse es fácil, lo difícil es levantarse y seguir caminando, no sacar frustración, pesimismo y amargura de los errores que cometemos.
La educación de las personas creo que debería de ir dirigida a enseñar que una vida sin problemas no existe, que lo que nos da la fuerza y la energía es la capacidad que el ser humano puede tener para superar esos problemas dentro de sí mismo.
No merece la pena llorar por un plato que se ha roto ya que podemos sustituirlo por otro que haga la misma función que el anterior. Un corazón que termina rompiéndose por el perfeccionismo no tiene repuesto.
Un saludo para tod@s.

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