31 marzo 2011
EL CAMINO POR LA CIUDAD DEL DESEO.
Siempre nos pasamos la vida soñando. Soñamos con conseguir algo infinitamente distinto a lo que tenemos y, cuando lo conseguimos (no todas las veces), nos damos cuenta de que en cierta manera ya poseíamos algo de lo que hemos conseguido; pero aunque veamos que eso es así el simple hecho de haberlo conseguido nos hace distintos. Es el juego que jugamos para conseguir las cosas lo que termina por cambiarnos y algunas veces, hasta nuestra sombra va por delante de nosotros teniendo más prisa para conseguirlo.
Tenemos que estar expectantes ya que cuando nuestra sombra nos adelanta para conseguir aquello que deseamos es cuando nos convertimos en los perseguidores de sombras y cambian todas nuestras funciones vitales. Respiramos de una manera distinta, andamos con otro tipo de esperanza, miramos de otra manera, etc. Lo que antes era un caminar para descubrir se convierte ahora en descubrir para reconocer.
Empieza entonces el camino por la ciudad del deseo que nos va conduciendo hacia sueños y recuerdos que se abren paso ante nosotros de una manera un poco anárquica y veraz al igual que la de un sueño de verdad. Este camino va teniendo un itinerario cada vez mucho más concreto con ciertas calles y ciertas plazas que no dejan de repetirse hasta la naúsea. Volvemos una y otra vez sobre lo mismo y pensamos que una vez, en éste sueño amé a tal o cual persona, que en tal sitio gozé de aquella vista tan maravillosa, etc.
Es tanto lo que se ha escrito sobre el deseo y es tan poco lo que sabemos de él. Sabemos del poder tan sumamente tiranizador que ejerce sobre nuestras vidas, no sabemos por lo que nos ahoga con sus favores ni por lo que los esclaviza con sus cadenas. Al principio, nos habla muy fuerte y luego es capaz de callar en un silencio que es abrumador. Sabemos que el deseo nos conduce a la mayor contradicción de nuestra vida y al mayor choque de corrientes de que podamos tener conciencia.
Deseamos: todo lo que esta fuera del cuerpo de nuestro deseo sobra, se vuelve opaco y dentro de esa ceguera seríamos capaces de exterminar todo lo que está a nuestro alrededor hastas convertirnos en unos naúfragos que se amarran a la balsa de nuestro deseo en la inmensidad del océano.
Es curioso presenciar como un deseo nos puede llevar a la deriva con todas sus consecuencias.
Un saludo para todos.
09 marzo 2011
NUNCA ES TARDE PARA APRENDRER.
Pero es que cada instante de nuestra vida trae un nuevo descubrimiento y una nueva visión de la realidad puede desplegarse ante nuestros ojos a igual que el velamen de un navío cuando aprovecha el viento que sopla. Se muestra entonces un momento en el que podemos llegar a descubrir algunos fragmentos de las almas de las personas que son importantes para nosotros. Pero bien es cierto que por mucho que podamos llegar a desentrañar, nunca perforaremos más allá de la capa superficial del citado conocimiento; tocaremos un poco dicho conocimiento con nuestros dedos trémulos.
Sabemos que lo importante de nuestra vida no es el destino que hayamos elegido sino la forma en que hacemos ese viaje que nos ha tocado en suerte recorrer. Por tanto, siempre podremos tener presente nuestras limitaciones físicas pero también descubriremos el inmenso mundo psíquico que se abre ante nuestros pies y de lo maravilloso que podría ser todo si sabemos trabajarnos bien el viaje de nuestra vida. De esta manera, nunca dejaría de fascinarnos la vida cuando pensamos de una manera diferente a los presupuestos establecidos, no nos quepa duda de que volveríamos a descubrir aquellos rincones tan importantes que tanto visitábamos en nuestra niñez y que teníamos como descanso y solaz de nuestra mente que estaba entonces en plena ebullición. Nos maravillaría ver los árboles nevados de la misma forma en que nos fascinó la primera vez, saborearíamos esa palabra dicha con cariño, el temblor que produce el roce de la piel contra la piel, valoraríamos de una manera diferente los gozos y los sufrimientos de las personas de una manera distinta; no sé... son tantas las cosas que siempre han estado ahí y que hemos ido enterrando con la forma de actuar que tenemos en nuestra vida diaria.
Pensad en que la vida nunca puede dejar de asombrarnos y yo, cada día, doy gracias a Dios por toda la belleza que se ha molestado en poner ante mis ojos, por los miles de años que han tenido que pasar para que esa montaña se me muestre en todo su esplendor, por lo simple y lo complejo de las cosas, por lo que entiendo y lo que, por ahora, no soy capaz de entender ni mucho menos de interpretar.
También le doy gracias porque sigue mandando al mundo la inocencia y la sabiduría, y le pido que me enseñe a aprender del dolor. Gracias también por que me ha dotado del lenguaje que me permite expresar mis emociones y mis sentimientos y, finalmente, le pido que no me permita cerrar las manos a la hora de compartir, que siempre permanezcan abiertas para ayudar a todos aquellos que lo necesiten, sin egoísmo, con altruismo y generosidad de miras.
Y más y más...
Un saludo para todos.
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