Algunos autores como Adam Smith, afirman que una persona que se encuentra en una cierta situación y que experimenta una emoción determinada puede suscitar una emoción análoga en otra persona si esta última piensa en la situación en la que la primera se encuentra.
Un persona también puede tener una cierta emoción a causa de la idea de una situación en la que se encuentra otra persona aún si esta otra persona no experimenta tal emoción o lo hace con una menor intesidad. Esto nos sirve para poder emitir los famosos juicios morales que tienen su sustento en la simpatía. Dichos juicios los podemos hacer sobre los demás o sobre nosotros.
Hume, habla de la simpatía como si fuera una especie de inclinación de todos los hombres a participar de las inclinaciones o sentimientos de los otros ya que, la simpatía, permite la comunicación de las emociones como una especie de tendencia que predispone la susodicha simpatía. Gracias a ello, hay una uniformidad de pensamiento y sentimiento en una determinada comunidad. Esto es lo que nos permite la formulación de los juicios morales.
Bain, dice que la simpatía es el resultado de una imitación inconsciente y es apoyado por muchos otros pensadores contemporáneos.
En la acutalidad, Scheler, los vé como una serie de actos intencionales que tienen como objetivo ganar el amor o el afecto del otro e incluso grada dichos actos de menor a mayor. El dice que el menor de los actos es el sentimiento en común con la existencia y la conciencia de una clara separación entre los sujetos participantes; luego, habla de la auténtica participación en un sentimiento único por sujetos distintos y, finalmente, habla de la participación afectiva directa cuando reproducimos un sentimiento ajeno.
Hay un texto de Foucault que dice que la simpatía juega en forma libre en las profundidades del mundo. Recorre en un momento los espacios más vastos; del planeta al hombre cuya vida rige, la simpatía cae de lejos como un rayo... Es principio de movilidad; atrae las cosas pesadas hacia la pesadez del Sol, y las ligeras hacia la ligereza del éter sin peso; empuja las raíces hacia el agua y hace girar, con la curva solar, la gran flor amarilla del girasol..., suscita en secreto un movimiento interior... La simpatía es un ejemplo de lo Mismo tan fuerte y tan urgente que no se contenta con ser una de las formas de lo semejante; tiene el poder peligroso de asimilar, de hacer las cosas idénticas las unas a las otras, de mezclarlas y hacerlas desaparecer en su individualidad (las hace extrañas a lo que eran). La simpatía transforma, altera en la dirección de lo idéntico. Si su poder no estuviera contrapesado, el mundo se terminaría por reducir a un punto, a una masa homogénea que terminaría por ser la monótona figura de lo Mismo.
Un saludo para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario