La doctrina platónica la consideraba como una de las cuatro virtudes cardinales o principales. Procede de un vocablo en griego que puede ser traducido por sabiduría práctica y que era un sano juicio que no afectaba a ninguna actividad determinada y que es aplicable a las materias humanas. Por eso se la ha llamado la virtud del gobernante, del hombre juicioso o sano.
Aristóteles decía de ella que no es ni un conocimiento ni un arte sino un estado para actuar sobre lo que es bueno o es malo para cada hombre. Y, posteriormente muchos autores más han destacado su carácter reflexivo e intelectual de la misma. También S. Tomás va más allá y nos dice que es la que gobierna las otras virtudes principales (justicia, fortaleza y templanza), dándole la supremacía sobre el resto de las otras que no por ello menos importantes.
Nuestro querido profesor José Luis Aranguren manifestaba que la prudencia distingue como partes integrales la memoria en el sentido de la experiencia, el intelecto en el sentido de lo singular ( o lo que es lo mismo y para no liarnos sería una visión clara de la situación), la docilidad para seguir el buen consejo, la prontitud en la ejecución, ser juicioso o razonable que es lo que llamamos la razón y, por último la provisión para actuar con cautela.
El sentido de la prudencia cambia según le pongamos el acento en el lado moral o en el mundano. La prudencia es considerada un saber hacer las cosas de tal forma que se consigan los fines propuestos por las vías más razonables.
Baltasar Gracián en su "Oráculo manual y arte de la prudencia" nos dá unas pautas para adquirirla y que son las siguientes: Tratar con aquellos de los que se puede aprender, no manifestar en nada una sobrada expectación, hallarle a cada persona su punto débil, conocer las cosas en su punto, en su razón y saberlas lograr, nunca descomponerse, saber usar del desliz, no ser intratable, saber usar de los enemigos, no cansar, mostrar su satisfacción de sí, hacer y no parecer, saber usar de los amigos, saberse ayudar, etc., son algunas de las más de trescientas sentencias de las que dispone el oráculo de Gracián.
Kant habla de los dos sentidos de la prudencia: uno es tratada como un conocimiento mundano o la habilidad para influir sobre otras personas para ser empeladas en los propósitos que se tengan en mente. El otro no deja de ser una especie de sagacidad que es capaz de combinar todos estos propósitos para obtener un resultado duradero. Ni que decir tiene que moralmente, el primero no es aceptado para nada y, por el contrario el segundo si esta bien visto aunque derive del primero. No deja de ser curiosa esta paradoja.
Schopenhauer veía la prudencia como el entendimiento de las ordenes de la voluntad y no me extiendo más porque necesitaría muchos fólios que rellenar al respecto con este filósofo y este tema.
Hoy tiene muy mala prensa esta virtud ya que los eslóganes de "arriesgáte, vive, atrévete, etc.", la han llevado a considerarla como la virtud de los apocados o de aquellos que buscan la seguridad sin quere correr riesgos de ningún tipo. Pues bien, lo que muchos no saben es que la prudencia también tiene sus riesgos propios tanto vitales como intelectuales.
Os dejo un vídeo para terminar todo lo que me falta y que por razones de espacio no podemos exponer puesto que sería muy aridenso.
Un saludo para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario