07 noviembre 2009

LOS SUEÑOS.


Creo que necesitamos los sueños tanto como los pintores necesitan la luz, tanto como las velas de los barcos necesitan el viento, tanto como seguir creyendo en los Reyes Magos de Oriente; aunque algún adulto con más bien mala baba nos dijera en su día que eran los padres. No podemos perder la ilusión de poner nuestro zapato en la ventana o la chimenea, porque entonces dejaremos de soñar y es cuando perderemos la capacidad de paladear la vida. Debemos de paladear la vida como se paladea un buen vino, un buen jamón o un buen queso. La vida consiste en paladear aquello que es importante para nosotros y que nos hace que tenga sentido la misma.

Es lícito por tanto paladear nuestros sueños ya que la persona que no es capaz o no sabe paladearlos es una persona que tiene el alma enferma ya que los sueños, forman una parte muy importante de nuestra vida.

Tendríamos que soñar despiertos y elegir siempre en lado positivo de las cosas. Soñar con las caras alegres de aquellas personas que son tan importantes en nuestra vida y, cuando despertemos, tener la satisfacción de que nuestro sueño se ha convertido en una realidad.

Stephen Ducombe dijo: "Creando una dicotomía entre lo real y lo imaginario, nos instalamos de una manera radical en lo primero. Abrazar nuestros sueños no significa cerrar nuestros ojos y nuestras mentes a la realidad. Todo el mundo debería de hacer dos cosas: estudiar juiciosamente y soñar vividamente. En resumen, necesitamos convertirnos en unos soñadores conscientes".

Todo debería ser real; lo que sentimos, soñamos, vivimos... todo. Eso nos daría una caricia en el alma y los sentidos e incluso te tocaría la piel para asentarse definitivamente en el corazón. Fuimos enseñados a soñar, aprendimos a amar, lloramos, escuchamos, percibimos, en definitiva, vivimos. Nuestros sueños son las vias de escape de la realidad que nos agobia y nos somete. Nuestros sueños son las ventanas que nos abren el corazón a aquello que deseamos. Nuestros sueños son los suspiros de nuestra alma por aquello que anhela.
Soñar es igual a volar y todos los días tenemos que volar, aunque solo sea un rato pequeño pero hemos de hacerlo ya que de ello, depende nuestra felicidad. Habra momentos en los que dominaremos el espacio; traspasaremos las nubes de nuestra imaginación y alcanzaremos la zona infinita de nuestro ser más íntimo. En otros momentos volaremos por encima de nuestro hogar, veremos a nuestros seres queridos en las faenas de cada día. Volar, siempre volar que va cogido de la mano de soñar. El vuelo es uno de los hermanos gemelos del sueño.
Podriamos amar a los sueños más que a la realidad de cada día. En el corazón de cada sueño late la vida. Yo quiero navegar a vela con mis sueños, quiero fundir mis palabras con sus vientos, desenterrar aquellos nombres que me hicieron feliz en un pasado remoto, quiero ser el recuerdo de aquel viento azul que miraba a través de la ventana de mi cuarto de infancia hacía el campanario de la iglesia, escuchar sus campanas de bronce en el blandir de la noche, y volver a ver a mi madre derramar su amor sobre mi mejilla rosada. Y mientras, que las palabras se sigan vendiendo en los mercados envueltas de sábanas negras. Quiero volver a sentir el silencio en mis venas y el viento como lo siento ahora en esta tarde que decae entre los resquicios de mi puerta. Sueño con volver a escuchar el sonido de las voces en mi pecho de aquellas personas que ya se fueron; ya que ellas, son el eco de mi mortalidad.
Esos son algunos de mis sueños. Un saludo para todos.

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