Hoy voy a hablar de cómo una persona que lo tenía todo en la vida (trabajo fijo, mujer, hijos, etc. etc.), lo va perdiendo por el camino que ha escogido seguir en la vida. De cómo la vanidad lo ha atrapado y vapuleado hasta límites de tiranía tan crueles que cada vez que le veo, veo el cuadro de Goya titulado "El Pelele" que pinto antes de su famosa época tenebrista (¿será una premonición?).
Mario Conde, en el prólogo de su libro titulado "Cosas del Camino" escribe con motivo de una entrevista que tuvo en el restaurante "Medinacelli" de Madrid con un monje gallego del convento de Sobrado do Monxes. En esa comida, se hablaron de muchos temas pero traígo uno a la palestra que viene al caso que estamos tratando.
El monje le decía que el verdadero viaje al interior consistía en el conocimiento de uno mismo, en la localización de nuestro verdadero yo. Entonces, el monje le expetó la siguiente pregunta: "¿Has llegado al conocimiento profundo de ti mismo?". Mario comenta que al no saber que contestar, el monje le lanzó una segunda pregunta: "Has sentido asco de ti mismo?".
Aquello fue brutal, sigue diciéndo, para mi. Solamente le respondió encogiéndo los hombros. El monje, al ver la situación, prosiguió: "Pues si no has sentido asco no has llegado a conocerte; así somos cuando nos vemos con la luz sincera de la humildad".
Pues bien, una vez dicho esto, nos podemos plantear las siguientes cuestiones: ¿Qué nos hace desviarnos del recto sendero que nos aportan los valores?, ¿Acaso no somos lo suficientemente fuertes para ser personas íntegras y dignas de criterio?.
El principio de nuestra debilidad reside en la vanidad que tengamos. El diccionario define la palabra vanidad de varias formas, pero la que nos interesa en éste caso es la siguiente: "Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía". Los castillos de fuegos artificiales representan una vana fantasía ya que el espledor de las palmeras en el cielo dura apenas unos segundos. Después, queda el humo de la fatuidad que cuando es muy abundante, llega incluso a hacerte toser y a llorar.
Bien, pues con nuesta vida pasa lo mismo; podemos elegir la bandera de la vanidad y ser conducidos irremediablemente hacía la debilidad o por el contrario, nos aferramos a los valores y somos la nave que surca los mares navegando entre las vanidades de nuestra sociedad.
Los vanidosos, si intentaran interiorizar en ellos, sentirían verdadero asco con su "modus vivendi"; como nos decía el monje un poco más arriba.
La debilidad es el pasto con el que los vicios fabrican su nido (est frase es mia eh, no la encontraréis en internet así que chincha). Y, éste elemento, tiene un nido cómo el de una cigüeña; osea (como diría la piji), que se le ven los vicios desde todos los sitios. Lo peor de todo es que tiene uno que cuando lo pone en práctica, se imagina que es el bufón de la corte (pero sin gracia para nosotros y desternillante para él) le hace perder el sentido de la realidad, la compostura y las formas en el trabajo que realiza. Dicho vicio, pasaría sin pena ni gloria durante un breve espacio de tiempo, pero con el transcurso de las horas se llega a hacer insoportable.
Confundir la realidad profesional suele ser peligroso. No podemos aprovechar el "buen rollito" para hacer cosas al margen de la ética. El "buen rollito", hay que utilizarlo para demostrar a la persona que nos lo permite que somos merecedores de él. Es el fin del "buen rollito" y no utilizarlo para aprovecharse de él permitiéndose ciertas licencias a todas luces injustificables.
Es de juzgado de guardía que unas personas traten de limpiar la imágen de una profesión y que luego lleguen estos "mercenarios" y se dediquen a pisar con sus botas de barro la limpieza hecha anteriormente; personas con una incapacidad congenita que les impide valorar el trabajo de los demás y gritan cuando cae una mota de polvo en lo poco que hacen.
A veces, creo que los "Mundos de Yuppie", no se van a terminar nunca para estos elementos lobotomizados de valores, débiles e incapaces de madurar por el miedo de asumir las responsabilidades de sus compromisos adquiridos.
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