Dice Tomás de Aquino en su compendio de teología que hay penas que contrarían al hombre en lo que actualmente quiere, y que estas penas son muy sensibles; hay otras que no contrarían a la voluntad en acto, sino en hábito, como cuando alguno está privado de alguna cosa, de su hijo por ejemplo, o de una propiedad sin saberlo.
Pues bien, las dificultades o penas que contrarían al hombre en su voluntad actual son fruto del deseo de las cosas que no puede tener o poseer. Esto lleva a un estado de sufrimiento que no tiene fin puesto que siempre vamos a desear aquello que no es para nosotros o que no podemos tener por una serie de circunstancias determinadas que no permiten la realización de nuestra voluntad, es decir de nuestro deseo.
La no posesión de la cosa que deseamos nos puede terminar por amargar la vida y puede hacer que dejemos todo de lado para ir en pos de una quimera o de un sueño inalcanzable. Entrando en un estado de descuido de cosas que son importantes para nosotros y que requieren una atención que no le estamos dando debido a nuestra obcecación por el deseo contraído.
Es como la carrera de galgos en los hipódromos que los vemos perseguir a la liebre que nunca alcanzan y que aunque mueran en el intento, nunca dejan de correr tras de ella. Así son los deseos por los cuales las personas sufrimos y domeñamos nuestra voluntad, de ahí como dice Tomás de Aquino el sentimiento tan sensible que despiertan que va parejo de la mano del sufrimiento.
¿Cuál es por tanto la forma de no sufrir ante eso? Es sencillo o difícil según lo queramos ver. Matthieu Ricard nos comenta que la mejor manera de luchar contra el sufrimiento de las voluntades es desnudarse de las mismas. Es decir, desamarrarnos de las cosas que no nos producen placer sino dolor. Pero ojo, las cosas que producen placer "mundano" por llamarlo de alguna manera estan avocadas a producir dolor debido a la interacción de elementos perturbadores que la desnaturalizan en esencia (soberbia, egoismo, vanidad, etc.), y puede darse el caso que lo que al principio empezó siendo bueno, termine por esclavizarnos en un deseo cuando algunos de dichos elementos se mezclan con la voluntad pura, es decir, con la esencia de la voluntad primitiva.
A fin de cuentas, lo que me hace desdichado es la mala calibración de la voluntad con respecto al deseo que siempre será mayor, con lo que, por decirlo de alguna manera, siempre estaré por detrás y nunca lo podré alcanzar. Seguiré fijándome en la parte de atrás del deseo y por tanto, me perderé todo lo que hay a mi alrededor puesto que no tendré ojos nada más que para aquello que mi voluntad me manda tener.
Llegado el caso en el que la lucha no dé resultado, es de sentido común parar y descansar nuestra mente y nuestro cuerpo y dejar partir aquello que nunca estuvo predestinado para nosotros. Es un ejercicio de higiene mental que nos permitirá centrar la atención en otra serie de cosas que probablemente podamos conseguir sin el desgaste emocional que hemos tenido anteriormente.
Un saludo para todos.
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