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Uno de mis escritores favoritos es Victor E. Frankl y mi libro de cabecera suyo es "El hombre en busca de sentido". Lo leo, lo releo y lo vuelo a leer y siempre me enseña cosas nuevas. Pero hay un párrafo que siempre me gusta leer muy despacio; como saboreándo todo lo que dice y analizando hasta que el cerebro noto que me va a estallar. Dicho párrafo es el siguiente: "De todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la ‘raza’ de los hombres decentes y la raza de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes, así sin más ni más. En este sentido, ningún grupo es de ‘pura raza’ y, por ello, a veces se podía encontrar, entre los guardias (del campo de concentración), a alguna persona decente.
La vida en un campo de concentración abría de par en par el alma humana y sacaba a la luz sus abismos. ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente las cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla del bien y del mal? La escisión que separa el bien del mal, que atraviesa imaginariamente a todo ser humano, alcanza a las profundidades más hondas y se hizo manifiesta en el fondo del abismo que abrió los campos de concentración.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizás mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.’
...
¿Qué es, en realidad, el hombre?
Es una gran pregunta que yo me hago con demasiada frecuencia cuando veo todo lo que pasa en el mundo y me doy cuenta de que somos capaces de lo mejor y también de lo peor. Pero, en realidad cómo puedo saber que soy el que soy y entonces, viene la angustia.
No os preocupeis os dejo otro texto que también os hará pensar otro poquito: "'Ser el que soy', ¿qué otra identidad puedo ser entonces?...
Quizás ser 'otro' con el deseo de ser aceptado, amado, respetado, considerado por los demás.
Ocurre demasiado a menudo que nuestro Ser se 'disfraza' o se 'acoraza'. Jugamos a ser un personaje y nos perdemos a nosotros mismos...
Ardis Whitman en 'La fuerza de ser auténtico' nos brinda unas reflexiones de muchísimo valor:
'Ser uno mismo constituye una fuerza natural, humana y universal, dispensadora de una fuente de abundancia en bendiciones.
Este poder oculto puede transformar nuestra existencia.
La fatiga es síntoma frecuente entre quienes han suprimido su verdadero yo.
En realidad no están cansados, sino hastiados de no ser ellos mismos.
No ser quienes en verdad somos implica un trabajo extenuante. La persona auténtica no disipa su energía interior en contradicciones. Su rectitud consigo misma reduce los conflictos psíquicos, y se siente viva, llena de ímpetus.
Cuando tal persona es motivada por lo que más le interesa, su energía entra en acción. No desperdicia energías en conflictos ni en falsedades. Sabe adónde va. Y al ser como es, moviliza la energía de los demás, inspirándolos. Con sólo ser él mismo, está indicando lo que hay que hacer.
El ser humano auténtico como no derrocha energía en proteger un ego tembloroso, tiene energía suficiente para irradiarla sobre sí misma y sobre los demás; es capaz de amarse a sí mismo y, por lo tanto, a los demás. Cuando no somos auténticos proyectamos desasosiego.
No resulta fácil vencer en la lucha por ser auténtico.
Es una empresa de toda la vida. He aquí algunas maneras de iniciar la senda: esté consciente de lo que sucede en su vida, interior y exteriormente; escuche el diálogo interior y esté atento al devenir de la vida; acepte la idea de que no hay nada malo en ser diferente a los demás; busque sus convicciones más profundas y defiéndalas, viva por ellas; aprenda a estar a solas: la soledad es la clave del autoconocimiento, pues en ella aprendemos a distinguir lo falso y lo verdadero.
Tal como sucede en la desintegración del átomo, la apertura del yo nos da acceso a un poder oculto. La autenticidad es una fuerza sensibilizadora y una bendición. Surge de sentirse a gusto consigo mismo y, por ende, en el universo.
Constituye el mayor poder del mundo: el de ser nosotros mismos.'
En fin, otro día veremos más despacio parte de los textos que os pongo hoy para que los vayáis rumiando un poquito.
Un saludo para todos.
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