Hoy, voy a hablar del mundo del espíritu pero de una manera menos rara ya que luego mi amiga Paky se enfanda y me dice que el Tao es muy raro y que es difícil de entender. Dicen que el libro del Tao se puede leer en media hora pero que se necesita media vida para entenderlo y en cierto modo es verdad ya que contra más se profundiza en él, más riqueza se saca para el mundo del espíritu. Dicho esto, que no viene al caso, pero que lo digo porqué me apetece pasemos al tema en cuestión.
Dice Ramiro Lacalle en su libro "La aventura del espíritu" que cuando una persona comienza a nutrirse de su ser interior y logra mantenerse arraigada en sí misma, puede responder de una manera más calmada y más equilibrada a las contrariedades inevitables de la existencia, e incluso utilizarlas como un banco de prueba para seguir el própio desarrollo, canalizando todas las energias hacía el autoconocimiento y la conquista del entendimiento correcto y de la compasión.
Entonces en lugar de que la vida "le viva" a la persona comienza a vivir conscientemente la vida y se apoya confortablemente en la presencia pura de sí, que va conquistando mediante la disciplina de la meditación. Ésta práctica permite mirar al frente, al rostro original y tomar de él el saber de la infinitud. Sólo le pido al destino que cuendo la muerte me llegue, me tome meditando y mi naturaleza real sepa soltar las vestiduras vitales, para que el yo, libre y desvinculado, pueda esparcirse por el espacio ilimitado.
Si somos conscientes de esta realidad, cuando tengamos una edad avanzada podemos descubrir con horror que la vida nos ha vivido, en lugar de vivirla nosotros y para entonces, ya será demasiado tarde.Vivir la vida significa recuperar la soberanía, el control de nuestro pensamiento, la dirección de nuestra energía, nuestro rumbo, la ruta. Significa emanciparse y ser libres, darse cuenta. Vivir la vida conscientes de la dimensión espiritual pero sin negar la material se convierte así en la aventura que comenta Ramiro Lacalle.
Vivir la vida es un regalo que nos es dado cuando intentamos vivir en coherencia y en verdad. Cuando vivimos la vida de este modo vemos nuestro centro, ese punto de quietud en que la vida se vive de otro modo: hay calma y armonía, y también hay gozo. Por eso hablo de que es un regalo, a pesar de seguir aprisionados “aquí dentro” (en este cuerpo y en esta mente). En ese centro encontramos con frecuencia respuestas honestas y desapasionadas, que muchas veces contradicen a las de nuestra periferia (y que sin embargo seguimos tantas veces). Por supuesto que mantener el centro es difícil, más en esta época de ruido externo en que todo tira de nosotros, pero también es una época de oportunidades para aumentar nuestra consciencia, para ver cosas que antes no veíamos, o que solo hemos visto después de una gran sacudida. El ejercicio por volver a nuestro centro, al principio fatigoso, se vuelve poco a poco una práctica natural.
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