10 octubre 2009

INTELIGENCIA EMOCIONAL


A veces las cosas no vienen como nosotros deseamos, queremos alcanzar unos objetivos demasiado elevados para los medios que estamos dispuestos a poner. Podríamos decir que queremos rentabilizar el máximo con el mínimo esfuerzo.

Muchos gurús y libros de autoayuda nos dicen que sólo tenemos que imaginar lo que deseamos, que con visualizarlo y sentirlo ponemos el universo a trabajar para la consecución de ello; perdonad que os diga que yo por mucho que me vea conduciéndo un coche deportivo, el mero hecho de imaginarlo mentalmente no quiere decir que cuando salga de casa lo tendré aparcado en la puerta.

Cualquier cosa que deseemos incorporar a nuestra vida tiene un coste que se traducirá la mayoría de las veces en esfuerzo y disciplina para conseguirlo; ya que hay cosas, que no podremos comprar aunque tengamos dinero como puede ser aprender a hablar un idioma, para ello hay que dedicarle tiempo y esfuerzo.

Cuando trasladamos esto al plano sentimental o emocional pasa lo mismo, podemos ver que casi nada de lo que nos interese se puede conseguir con el vil metal. Las relaciones interpersonales hay que trabajárselas día a día, momento a momento. Muchos son los deseos que tenemos para con los demás y también pensamos que exponiendo poco vamos a obtener mucho a cambio de ellos. Quien piensa de esa manera está instaurado en el error ya que para recibir primero hay que dar, nuestro "mercado" emocional funciona de esa manera. Pero, ¿conocemos nuestro sistema emocional lo suficiente para poder manipularlo como cuando conducimos, por ejemplo, un coche? La respuesta a esta pregunta sería más bien negativa; luego entonces, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Cómo funciona nuestro sistema emocional?
Daniel Goleman en su libro best-seller "La Inteligencia Emocional" nos dice: "Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y de pensar con claridad".
El psicólogo Salovey habla de de cinco competencias emocionales: La primera de ellas, nos habla del conocimiento de las propias emociones es decir, reconocer un sentimiento nada más aparecer. Esto es la piedra angular de toda inteligencia emocional. La segunda radica en la capacidad de controlar las emociones, esto es tanto positivas (alegria, bienestar...) como negativas (angustia, ansiedad...). La tercera es la capacidad de motivarse a uno mismo, que nos hace ser más productivos y eficaces en las tareas que acometemos. La cuarta es el reconocimiento de las emociones ajenas que nos hacen detectar las señales que nos mandan los demás y por tanto, actuar con la cautela o la intensidad que detectamos nos demandan nuestros interlocutores. La última de ellas es el control de las relaciones siendo las personas que destacan en esta habilidad emocional las auténticas estrellas de las relaciones interpersonales.
Todos poseemos en mayor o menor medida las cinco cualidades mencionadas anteriormente, el secreto esta en conocer el déficit de alguna o algunas de ellas y trabajar mediante una serie de hábitos que nos irán adiestrando en aquellas más deficientes.
Pues bien, en esto consiste la tan cacareada inteligencia emocional que tanto se ha pregonado en todas las escuelas de psicología en los últimos años del siglo XX y principios del XXI. En definitiva toda ciencia que nos ayude a conocer e interpretar nuestros conocimientos psicológicos nos ayudará a sentirnos cada vez mejor, ya, que, afortunadamente, nuestro cerebro se adapta a través de los hábitos mentales a todos los ejercicios que le propongamos. Porque sino, ¿cómo hubiésemos evolucionado si no es por la plasticidad de nuestro cerebro?.
Otro día más. Por hoy es suficiente.

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