20 octubre 2009

CRITICA QUE ALGO QUEDA


Nuestras palabras son recibidas por otras personas. Al otro lado de nuestro discurso están personas que esperan que se apruebe su actuación y que se respete su imagen.

Esto nos obliga a una mínima prudencia en el hablar, en primer lugar, para respetar a aquellos que nos escuchan debemos de hacernos cargo mínimamente de sus circunstancias. Tenemos que saber algo de las personas previamente. Esto no sólo nos evitará muchas problemas sino que también no herirá muchas sensibilidades o provocará malos entendidos y por tanto, hará mucho más eficaces nuestras palabras y es posible que hasta podamos lograr una compenetración positiva con las personas que nos escuchan.

Lo habitual sería no intentar dañar la imagen de nuestros interlocutores teniendo especial cuidado con los comentarios tanto apreciatos como valorativos de las actividades de otras personas; pero claro, eso sería lo ideal pero nada más lejos de la realidad; al menos por una parte del universo que me ha tocado vivir, desgraciadamente, eso no es así.

Otro de los errores que cometemos en la comunicación con los interlocutores es la taxonomización (perdón por el palabro significa en biología clasificación), de todas las personas en el mismo grupo que generalmente suele ser negativo. Es normal escuchar frases cómo: "Todos los... (aquí dejo que cada uno imagine lo que quiera) sois unos vagos y no hacéis vuestro trabajo". Hay que ver cuánto nos llega esa frasecita al oido. Pues no, de todo tiene la viña del señor. Hay profesionales como la copa de un pino que van todos los días a luchar en su trabajo por sacar sus objetivos adelante y otros que no. Afortunadamente, éstos son todavía menos que aquellos.

Decía nuestro querido poeta D. Luis Cernuda que la crítica, muchas veces, es un elogio amargo y no le faltaba razón al bueno de D. Luis cuando lo afirmaba; ya que muchas de ellas son proferidas desde la envidia que corroe al que la profiere.

En nuestros días, asistimos al maltrato verbal de algunas personas hacia otras sin motivos aparentemente importantes la mayoría de ellos nimios y banales, parece que insultan a los demás por el mero hecho de representar o de jugar otro juego diferente al nuestro (un psico diría rol querida Paky), pero es que, además, cuando estas personas se equivocan no tienen la valentía ni el coraje de pedir disculpas al ofendido sino que actuan como si nada hubiese pasado y a otra cosa mariposa.

No podemos olvidar que para los demás nuestras palabras pueden ser una estaca o unas palmaditas en el hombro; dependiendo de cómo manejemos su expresión. La buena educación debe siempre que sea posible de llevarnos a emplearlas de la segunda manera y si nos es posible, entonces procuraremos callar ya que la mayoría de las veces no tendremos elementos de juicio para proferir un insulto o una calumnia hacia los demás. Además, nunca un insulto será bien recibido aunque vaya envuelto en la bandera de la verdad.

Por mucho que insultemos a los demás nunca se nos dará la razón si no la llevamos pero si hay una cosa que conseguiremos y es mostrar nuestros más bajos instintos. Nos quitaremos la careta y nos mostraremos tal y como somos, nos quedaremos desnudos ante los demás y aflorarán nuestras vergüenzas y nuestras miserias morales e intelectuales.

Además, si se supone que somos tan, tan, tan, perfectos. Entonces, ¿qué coño (con perdón) hacemos criticando? No sabéis que la crítica destructiva (ya que construtiva me río de que exista ya que son dos palabras antagonistas), es signo de debilidad y de imperfección.

Un saludo sincero para todos; pero eso si, sin críticas ¡vale!.

No hay comentarios: